17-03-2010, 10:31
Bueno. Resolvimos las cosas con dignidad. Durante la calçotada compartí mesa con un tipo encantador (soy un desastre y no me acuerdo de tu nombre, tío) que era una máquina de comer calçots. IM PRE SIO NAN TE. Supongo que sobre él, esos ominosos cebollinos no ejercerán el mismo efecto que producen sobre mí... En cuanto paso de dos calçots, me repiten durante dos años (y mira que me gustan).
También departí con Alicia, de la que me enamoré perdidamente (intenté emborracharla, pero se resistió).
Al final, la rifa; después de intentar hacer trampa (gracias Akira, al final no pasé por la calle Porrera para no molestar y por falta de tiempo... pero daré buen uso a la estupenda bolsa —por casa hay un macbook de 13"—), no conseguí sacar mi número (yo era la mano inocente, convenientemente asesorado por Alberto, que sujetaba la bolsa con los numeritos), y el Papyre cayó en manos poco recomendables (qué jodía es la envidia!). Ciertamente, nos faltó el guardia civil para poner orden (del gallego y del vasco —en los sentidos más peyorativos de ambos términos— ni hablo).
Tras la sobremesa, sufrí un acceso horroroso de sopor, y me piré al hotel (cojonudo, por cierto) a dormir como un gilipollas, a ducharme y a hacer otra cosa que nadie podía hacer por mí...
Cena en el Tinell para cumplir con la tradición. He de agradecer a Carles Navalpotro una sobredosis de pimienta. El muy mamón, que estaba justo frente a mí, no me advirtió de que me estaba echando toneladas de ella, confundiéndola con la sal (en el Tinell hay muy poca luz y yo llevaba las gafas MUY SUCIAS ¿verdad Angie?). El caso es que aún me acuerdo de Carles cuando voy al váter y se me saltan las lágrimas (¡qué picor!).
Acabamos la sesión. Yo estaba molido y escocido...
Así que al hotel a dormir. Al día siguiente no amanecí hasta las 10. Leí un rato, gran desayuno y a casa de Angie y Alberto, para recoger a Juan de Dios, con el que había quedado para ir juntos al al aeropuerto. Naturalmente hicimos un pequeño asalto a la cocina de Angie y Alberto, no fuera a ser que nos marchásemos sin comer y beber nada... Juande y menda volvimos a Barcelona escuchando la carrera de F1 de Bahrein, y riéndonos de las gilipolleces que dicen los locutores deportivos. Y sí, mucho ja ja ja ja, pero luego, en la termina,l como dos lelos, plantados delante de los monitores de información, éramos incapaces de encontrar nuestros vuelos. Alarmados, fuimos al mostrador de información... "Están ustedes en Llegadas"... Es decir, sólo nos habíamos confundido de planta...
Por cierto, tipo cojonudo Juande.... Más que mejor.
Gran calçotada... Lástima lo del Papyre (Alberto, el año que viene hay que hacerlo mejor, tío...).
También departí con Alicia, de la que me enamoré perdidamente (intenté emborracharla, pero se resistió).
Al final, la rifa; después de intentar hacer trampa (gracias Akira, al final no pasé por la calle Porrera para no molestar y por falta de tiempo... pero daré buen uso a la estupenda bolsa —por casa hay un macbook de 13"—), no conseguí sacar mi número (yo era la mano inocente, convenientemente asesorado por Alberto, que sujetaba la bolsa con los numeritos), y el Papyre cayó en manos poco recomendables (qué jodía es la envidia!). Ciertamente, nos faltó el guardia civil para poner orden (del gallego y del vasco —en los sentidos más peyorativos de ambos términos— ni hablo).
Tras la sobremesa, sufrí un acceso horroroso de sopor, y me piré al hotel (cojonudo, por cierto) a dormir como un gilipollas, a ducharme y a hacer otra cosa que nadie podía hacer por mí...
Cena en el Tinell para cumplir con la tradición. He de agradecer a Carles Navalpotro una sobredosis de pimienta. El muy mamón, que estaba justo frente a mí, no me advirtió de que me estaba echando toneladas de ella, confundiéndola con la sal (en el Tinell hay muy poca luz y yo llevaba las gafas MUY SUCIAS ¿verdad Angie?). El caso es que aún me acuerdo de Carles cuando voy al váter y se me saltan las lágrimas (¡qué picor!).
Acabamos la sesión. Yo estaba molido y escocido...
Así que al hotel a dormir. Al día siguiente no amanecí hasta las 10. Leí un rato, gran desayuno y a casa de Angie y Alberto, para recoger a Juan de Dios, con el que había quedado para ir juntos al al aeropuerto. Naturalmente hicimos un pequeño asalto a la cocina de Angie y Alberto, no fuera a ser que nos marchásemos sin comer y beber nada... Juande y menda volvimos a Barcelona escuchando la carrera de F1 de Bahrein, y riéndonos de las gilipolleces que dicen los locutores deportivos. Y sí, mucho ja ja ja ja, pero luego, en la termina,l como dos lelos, plantados delante de los monitores de información, éramos incapaces de encontrar nuestros vuelos. Alarmados, fuimos al mostrador de información... "Están ustedes en Llegadas"... Es decir, sólo nos habíamos confundido de planta...
Por cierto, tipo cojonudo Juande.... Más que mejor.
Gran calçotada... Lástima lo del Papyre (Alberto, el año que viene hay que hacerlo mejor, tío...).