03-10-2006, 20:43
Cita:[¿No será la porsella rustida de "Indiana Pons En Busca De La Porsella"?.
Ah. Y yo me voy a meter, tras un aperitivo improvisado que está por discutir, una porsella rustida de aquí a hora y media, regada con vinin riojano (un gran reserva del 94 asqueroso que no me queda más remedio que beberme), tarta tostada de manzana, cafetito expreso del bueno y un copín de roncito añejo que no se lo salta un gitano...
(Bueno, el gitano se lo salta sólo si le persigue alguien con una capa verde)...
Todavía conservo la capa.... que todo lo tapa.
Este dicho, extendidísimo en el melentérico Instituto, tiene su asiento en cierta ocasión, tras el fin de nuestra última guerra civil. A un joven guardia, recién llegado a su primer Puesto, sólo se le entregó la pistola. La penuria de la época hizo que tardasen un poco en arreglar su fusil reglamentario. Como en España siempre hemos sido un tanto así, el fusil seguía constando en el inventario de armamento del Puesto y a alguien se le había olvidado consignar que estaba en reparación; por lo tanto, el guardia debía salir de servicio con su fusil.
Si no llevaba fusil y el mando lo vigilaba (el mando en la Guardia Civil, entre otras cosas, sale a vigilar que los guardias presten su servicio tal y como se les ordena en la papeleta) le podía caer un correctivo (o arresto, en terminología civilera) que le costaría no poder hacer el reenganche (los guardias iban firmando compromisos por tres años, llamados reenganches).
He aquí que el guardia se vio en la temida situación: El teniente jefe de línea se acercaba al final del sendero y no había manera de escurrir el bulto. Afortunadamente, el joven guardia no era el jefe de pareja y, por tanto, no era quien había de dar la novedad al teniente y extenderle la papeleta para que le firmara la vigilancia del servicio. Su compañero estaba tan preocupado como él; si le caía un correctivo a su auxiliar de pareja, a él le caería el doble.
El joven guardia se mantuvo a los de 8 a 12 pasos de distancia de su jefe de pareja, según marca el reglamento para el servicio. Se cuadró tan rígido y marcial como pudo y, bajo la capa, levantó el dedo índice de su mano derecha hasta la altura aproximada que alcanzaría el cañón del máuser. Llevó la mano izquierda por encima de la capa hasta su hombro derecho y quedó en primer tiempo de saludo hasta que el teniente se lo devolvió. Bajó la mano izquierda y quedó en silencio. El teniente recibió la novedad del jefe de pareja, conversó un poco con el jefe de pareja acerca del servicio que estaban prestando y, montando de nuevo, volvió por donde había venido.
El guardia veterano, sin percatarse de la añagaza del novato, no se explicaba cómo habían salido enteros del encuentro. Al ver a su compañero, todavía rígido, con su dedo ya casi adormecido apuntando hacia arriba y silueteando el perfil del cañón bajo la capa, le entró una risa bastante histérica y, sin duda, impropia de la gravedad que debe caracterizar a todo miembro de tan benemérito instituto.
Que lo sepas.