28-01-2011, 01:12
Ante todo tengo que decir que el relato que aquí dejo es completamente verídico y ocurrió hace no más de tres meses. Si apreciáis en algo vuestro MacBook, por favor, no hagáis lo mismo que yo.
Hacía ya algún tiempo que venía notando el trackpad de cristal de mi MacBook Unibody de aluminio un tanto duro al tacto en el momento de hacer clic. En un principio no le había dado importancia alguna pero, después de buscar un poco en distintas webs y foros, me topé con la posible solución al “problema”. Esta solución no entrañaba dificultad ni riesgo -por lo menos, a priori. Resulta que, quitando la tapa del habitáculo donde está la batería y extrayendo ésta, podemos encontrar un tornillo situado en la parte inferior del trackpad. Haciéndole un leve giro, muy leve, podemos ajustar la dureza del clic. El tornillo de marras es uno de esos de “seguridad”, y hace falta un destornillador especial para llevar a cabo la tarea de ajuste de forma sencilla. Después de buscar en el trabajo y en mi caja de herramientas, mis sospechas se confirmaron: el dichoso destornillador de estrella de tres puntas no existía en mi colección, por lo que después de arduas elucubraciones opté por utilizar un destornillador plano de los pequeños para ajustar el tornillo.
Después de abrir la tapa y extraer la batería, tomé el destornillador con la mano y cuidadosamente lo inserté de forma diagonal en las ranuras del tornillo. Tras un leve giro de mis dedos, el tornillo giró un poco, lo suficiente como para, tras probar el trackpad, notar que se había endurecido más aún. ¡Maldición!, era necesario recular y girar el tornillo en sentido contrario. Tras varios intentos fallidos intentando encontrar el tacto adecuado, decidí probar un último intento antes de dejarlo tal y como estaba. Inserté de nuevo la herramienta y me dispuse a girar de nuevo el tornillo, pero aquel día los dioses no estaban de mi parte y al girar el tornillo, este, contra todo pronóstico y actuando de forma libre, se hundió hacia dentro del agujero donde antes descansaba. Un escalofrío recorrió mi espalda hasta la nuca y lo único que se me ocurrió en aquel momento fue llevarme las manos a la cabeza. Imágenes de desembolsos de dinero comprando un Mac nuevo bombardeaban mi mente, simplemente no entraba en mis planes un cambio de equipo ahora mismo.
En una primera valoración de daños, pude comprobar cómo el trackpad se había hundido completamente por su parte inferior. ¡Dios santo!, ¿y ahora qué hago? pensé. Sin darle más vueltas, instalé la batería de nuevo y arranqué mi MacBook. Pacientemente esperé a que arrancase y, una vez apareció el escritorio, dirigí mis temblorosos dedos hacia el malparado trackpad, deslicé suavemente la yema de mi dedo corazón sobre el mismo y… no funcionaba, el cursor no respondía en absoluto; por más que lo intentaba el cursor estaba ahí, inmóvil y congelado, mirándome con ojos lastimeros y vidriosos.
Si te ha gustado la primera parte del mal trago, atento a la segunda que estará al caer.
Hacía ya algún tiempo que venía notando el trackpad de cristal de mi MacBook Unibody de aluminio un tanto duro al tacto en el momento de hacer clic. En un principio no le había dado importancia alguna pero, después de buscar un poco en distintas webs y foros, me topé con la posible solución al “problema”. Esta solución no entrañaba dificultad ni riesgo -por lo menos, a priori. Resulta que, quitando la tapa del habitáculo donde está la batería y extrayendo ésta, podemos encontrar un tornillo situado en la parte inferior del trackpad. Haciéndole un leve giro, muy leve, podemos ajustar la dureza del clic. El tornillo de marras es uno de esos de “seguridad”, y hace falta un destornillador especial para llevar a cabo la tarea de ajuste de forma sencilla. Después de buscar en el trabajo y en mi caja de herramientas, mis sospechas se confirmaron: el dichoso destornillador de estrella de tres puntas no existía en mi colección, por lo que después de arduas elucubraciones opté por utilizar un destornillador plano de los pequeños para ajustar el tornillo.
Después de abrir la tapa y extraer la batería, tomé el destornillador con la mano y cuidadosamente lo inserté de forma diagonal en las ranuras del tornillo. Tras un leve giro de mis dedos, el tornillo giró un poco, lo suficiente como para, tras probar el trackpad, notar que se había endurecido más aún. ¡Maldición!, era necesario recular y girar el tornillo en sentido contrario. Tras varios intentos fallidos intentando encontrar el tacto adecuado, decidí probar un último intento antes de dejarlo tal y como estaba. Inserté de nuevo la herramienta y me dispuse a girar de nuevo el tornillo, pero aquel día los dioses no estaban de mi parte y al girar el tornillo, este, contra todo pronóstico y actuando de forma libre, se hundió hacia dentro del agujero donde antes descansaba. Un escalofrío recorrió mi espalda hasta la nuca y lo único que se me ocurrió en aquel momento fue llevarme las manos a la cabeza. Imágenes de desembolsos de dinero comprando un Mac nuevo bombardeaban mi mente, simplemente no entraba en mis planes un cambio de equipo ahora mismo.
En una primera valoración de daños, pude comprobar cómo el trackpad se había hundido completamente por su parte inferior. ¡Dios santo!, ¿y ahora qué hago? pensé. Sin darle más vueltas, instalé la batería de nuevo y arranqué mi MacBook. Pacientemente esperé a que arrancase y, una vez apareció el escritorio, dirigí mis temblorosos dedos hacia el malparado trackpad, deslicé suavemente la yema de mi dedo corazón sobre el mismo y… no funcionaba, el cursor no respondía en absoluto; por más que lo intentaba el cursor estaba ahí, inmóvil y congelado, mirándome con ojos lastimeros y vidriosos.
Si te ha gustado la primera parte del mal trago, atento a la segunda que estará al caer.
Un amigo no es quien seca tus lágrimas,sino quien evita que las derrame.